viernes, 17 de abril de 2009

A UN LADO DEL TIEMPO

Tú, al otro lado del tiempo, vestido con cenizas de olvido. De este lado yo, llena de frío, donde se acaban las ilusiones y se pliega la esperanza sin motivos.

De aquel lado tú, encallado en puerto de falacia interminable y de este lado yo, esperando a que la vida me rescate y me traiga en un momento a tus brazos, para lavar las cicatrices de guerra que te cubren, limpiar el sudor de tu cansancio, borrar con mis besos las huellas del sol que quemó tu rostro, retorcer tus suspiros desilusionados, para darle ritmo de música salvaje.

Me atrevo a reclamar el aliento de vida, para curar las fisuras que te deforman y cambiar las tonalidades del invierno que manchó tu camisa por un verano de pasión.

Intentaré reconstruir a mi antojo, los años que perdimos en el desierto, uno del otro tan distante, ausentes del mundo en que vivimos.

Pero... ¡Ah! Esta vida que no vivimos, este tiempo roto y malgastado en aventuras pasajeras. En trivialidades... en momentos de placer y juventud que se diluyen con las horas...

Giro y me detengo de este lado de la vida al tic-tac de mi reloj... y compruebo, con dolor, que las velas del viejo velero de mis sueños, están tan cansadas como yo. Están gastadas. Perdidas en un segmento remoto, donde el horizonte se nos pierde en los cimientos de la noche, cubriendo de silencio estival nuestros caminos desiguales, nuestros días quejumbrosos de prohibidos atardeceres.

Encuentro tus ojos a través de otras dimensiones y busco final a la distancia involuntaria. A esta distancia brutal a través de la cual te amé. Esa distancia impalpable en la que me amaste sin medir periodos ni espacios, esa distancia que no debilitó nuestros sentimientos inquebrantables y que nos mantendrá separados... tú, en el ártico frío de tu estatura, y yo... en el antártico imaginario de mi senectud, hasta el día que se rompa la barrera de los años que nos distancian, devolviéndonos a nuestra edad.