miércoles, 22 de diciembre de 2010

LA NAVIDAD EN MI TIERRA

En todas partes del mundo la Navidad es una época muy especial, por sus tradiciones, por sus olores, por su alegría... por ser diferente, por acerarse el final de un año y la entrada de otro. En fin, por infinidades de razones...

En mi tierra... mi tierra caliente de melao, de mestizaje,  de música candente, de sonrisa abierta y abrazos acogedores, se conservan algunas tradiciones, aunque muchas ya se perdieron en el camino. Las que no, se recuerdan...

La Noche Buena... Se acerca la Noche Buena con sus teleras, ensalada "rusa" y empanadillas de yuca que prepara la abuela. Los pasteles en hoja que fabrica la vecina, el puerquito asao  o por qué no? un gran pavo al horno.  En un rincón de la mesa las avellanas, almendras y coquitos... ¡Los coquitos!, pienso en los coquitos y me vislumbro a mí misma, de niña, corriendo detrás de esas nueces tan difíciles de machacar. Los dulces de colores, las uvas, las pasas y las manzanas... y Uh!!! El ponchecito sabroso o el anís del mono y el vino Moscatel Caballo Blanco que no podían faltar en la mesa. Una ensalada de repollo mojando el pan de telera,  un arroz verde o rojo o amarillo que teñía la tía. ¡Ahh! ¡Y las canciones!!! Jamás se pasa una Navidad sin escuchar y bailar nuestro himno navideño "Volvió Juanita" de Mily o "El burro lloraba y Pavo reía" del Conjunto Quisqueya, entre otras canciones alusivas que no pueden faltar.

Con este pedacito de nosotros, con los arbolitos y ángeles de charamicos de la Churchill, con los adornos de la calle El Conde, con los arbolitos de funditas de colores de los barrios, con los niños felices con poco, con todo lo que tenemos y lo que no tenemos, les extiendo mis mejores deseos en estas fiestas y que para este nuevo año la esperanza, el amor y la paz permanezca en el corazón de cada hogar. Son mis mejores deseos.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

A UN LADO DEL TIEMPO

Tú, al otro lado del tiempo, vestido con cenizas de olvido. De este lado yo, llena de frío, donde se acaban las ilusiones y se pliega la esperanza sin motivos.

De aquel lado tú, encallado en puerto de falacia interminable. De este lado yo, esperando a que la vida me rescate y me traiga en un momento a tus brazos, para lavar las cicatrices de guerra que te cubren, limpiar el sudor de tu cansancio, borrar con mis besos las huellas del sol que quemó tu rostro, retorcer tus suspiros desilusionados, para darle ritmo de música salvaje.

Me atrevo a reclamar el aliento de vida, para curar las fisuras que te deforman y cambiar las tonalidades del invierno que manchó tu camisa por un verano de pasión.

Intentaré reconstruir a mi antojo los años que perdimos en el desierto, uno del otro tan distante, ausentes del mundo en que vivimos.

Pero... ¡Ah! Esta vida que no vivimos, este tiempo roto y malgastado en aventuras pasajeras. En trivialidades... en momentos de placer y juventud que se diluyen con los años...

Giro y me detengo de este lado de la vida al tic-tac de mi reloj... y compruebo, con dolor, que las velas del viejo velero de mis sueños, están tan cansadas como yo. Están gastadas. Perdidas en un segmento remoto, donde el horizonte se nos pierde en los cimientos de la noche, cubriendo de silencio estival nuestros caminos desiguales, nuestros días quejumbrosos de prohibidos atardeceres.

Encuentro tus ojos a través de otras dimensiones y busco final a la distancia involuntaria. A esta distancia brutal a través de la cual te amé. Esa distancia impalpable en la que me amaste sin medir periodos ni espacios, esa distancia que no debilitó nuestros sentimientos inquebrantables y que nos mantendrá separados... tú, en el ártico frío de tu estatura, y yo... en el antártico imaginario de mi senectud, hasta el día en que se rompa la barrera de los años que nos distancia, devolviéndonos a nuestra edad.

Por Ingrid Gómez Natera
Agosto 2003

                                                                                                                                                         Imagen de Internet