sábado, 12 de marzo de 2011

VEINTE AÑOS DESPUES

Procuraba siempre ir bien vestido: Camisa blanca almidonada, planchados pantalones oscuros que brillaban al caminar. Zapatos lustrados como espejos y el inseparable sombrero de panamá. Su bigote cuidadosamente simétrico, hacía lucir más atractiva su sonrisa de conquistador. No descuidaba la oportunidad de halagar a las mujeres que pasaban a su lado. Las amaba a todas. Todas le gustaban, ya fueran rubias, morenas o pelirrojas. A su lado, las féminas se sentían cómodas, les encantaba su manera de hablar y de mover el bigote con cada palabra. Les encantaba como fruncía los labios con sus adorables silbidos, como las miraba de lado con presunción y  como les saluda al caminar. Indudablemente Rosario era encantador. Y él lo sabía. Y se sentía tan orgullo de ser el centro de atracción y el hombre esplendido con que soñaban las solteras y las que no. Cuando iba por las calles, de camino a casa o al trabajo, constantemente le asaltaban las chicas, “Rosario por aquí” Rosario por allí”. Él, orondo, dispersaba saludos por allí, besos voladores por allá, hasta que subía las altas y anchas escaleras que llevaban a su casa y cerraba la puerta de dos hojas tras sus espaldas con el corazón rebozando de emoción. Su sonrisa se apagaba y volvía a brillar al ver a su Tatica, cruzar sonriente la puerta de la cocina con su busto prominente, su faldita de bolitas en corte “A” y sus bucles arreglados. Con Tatica a su lado no existían otras mujeres en el mundo.

Como cada domingo, de regreso del cine con su hijo de mano, saludaba con discreción a las muchachas que pasaban por su lado. Esa noche, la tanda de cine fue más larga y esperaba a que Tatica, esta vez, no se enojara. No acostumbraba llegar tarde a casa y mucho menos con el niño. La calle apenas la iluminaban distantes faroles uno del otro. La atmósfera de pronto se volvió pesada. Extraña. Trató de avanzar, lo más pronto que pudo, el trayecto desde el cine hasta su vecindario. Las casas se habian convertido en fantasmas a esa hora, envueltas en el aire enrarecido. Al fin distinguió las anchas escaleras de la casa que ocupaban todo el frente. Divisó el árbol de guayabas en la fachada. Un lejano farol apenas la iluminaba. Ya las luces del interior estaban todas apagas y las ventanas cerradas. El niño bostezaba. Percibía una presencia invisible. Avanzó para abrigarse al calor de su hogar y al subir el tercer peldaño, la vio. Sentada allí, en el escalón debajo del guayabo. Las piernas cruzadas, una falda muy corta, tacones de plataformas y esa cabellera... esa cabellera dorada, la más hermosa que había visto, le llegaba frondosa hasta la cadera, brillando con los lejanos destellos del farol. Volvió unos pasos hacia atrás, mientas el niño seguía subiendo, muerto de sueño. Rosario levantó la mano y saludó aquella mujer que nunca había visto por allí. Se sorprendió de que ella le correspondiera el saludo también con discreción.
—¿Me esperas, tan solo un momento? Bajaré en seguida... — le prometió Rosario con el corazón a todo dar, sin preguntar quien era. Sin averiguar qué hacía allí.
Para felicidad de Rosario, la mujer dijo que sí con un movimiento de cabeza. La sacudida de aquella cabellera le hizo temblar. Entendió que no debía perder el tiempo y que era un golpetazo de suerte.
 Abrió la puerta de dos hojas. Un viento frío se coló tras él. Todo estaba oscuro dentro, las niñas dormían, Tatica dormía. Llevó a su hijo a la cama. Con prisa le ayudó a desvestirse y cubrirse con la sabana. Caminando de puntillas, fue a su habitación, su amada Tatica roncaba. Se frotó las manos con emoción. Se enderezó el cuello de su blanca camisa. Se roció unas gotas de colonia y se frotó los dientes con pasta dental. Listo para salir. Antes de abrir la puerta sintió sed y caminando de puntillas fue a la cocina. Por los blocks calados entraba luz del patio e iluminaba la estancia. Tomó el vaso del tramo y a tientas buscó la jarra de agua  Sació su sed y como exigía Tatica, el vaso usado debía ir al fregadero, dio media vuelta para ponerlo allí. Pero el vaso cayó de su mano y el corazón le saltó por la boca del susto. Allí sentada, en la mesa de la cocina, estaba la mujer. Con sus piernas cruzadas, sus tacones de plataforma, su faldita muy corta y mirándole con deseo.
—¡Pero… yo te dejé afuera! — balbuceaba Rosario.
La mujer asintió con una sonrisa extraña.
—¿Cómo es que entraste? —Insistió Rosario aterrado, pensando en Tatica, que dormía en la otra habitación.
Detrás de ti—Aseguró la mujer.
—Pero… —había un detalle que dejaba a Rosario confuso y sus temblores se aceleraban más. —Te vi abajo, tenías un hermoso cabello que te llegaba hasta la cintura... ¿Era una peluca?
—No... — la mujer pasó con calma su mano delicada por la cabeza completamente pelada. Raspada. —Hace veinte años que la perdí…
Y de su boca salió una carcajada asquerosa y sus ojos se convirtieron en dos fosas oscuras y la risa infernal se confundía con los gritos aterrados de Rosario que llamaba a su Tatica.
Rosario pasó muchos días bajo las sabanas con fiebre y cuando salió a la calle nuevamente, jamás miró, y mucho menos saludó, a ninguna otra mujer que no fuera su Tatica. A la cocina… dejó de ir.

Las imagenes utilizadas en este spot son bajadas de internet
©Ingrid Gómez Natera
2011

14 comentarios:

  1. Muy tétrico, Vicsabelle. Me sorprendiste con el giro del final, no lo esperaba.

    Besos.

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  2. Amiga, su idea es... ¿que dejemos de ser mujeriegos? Un abrazo amistoso desde Costa Rica.

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  3. Eso tendria que pasarles a muchos hombres, a ver si escarmentaban, jajaja.
    Besos, guapa.

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  4. Saludo, mi bella compatriota:
    Bello e intenso relato es éste, estimada Vicsabelle, ciertamente me encantó.
    Abrazos muuuy fraternos, amiga querida.

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  5. Dudaba si dejarlo de ese modo, dando un brinco impredecieble al final o introducir pequeñas particulas que hicieran sospechar al lector. Decidi lo primero, como veis.
    Gracias por leerme, Antony
    Un abrazo

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  6. !Noooooo, William!!!! para nada es la intención. Es un relato... excepcional y sin malicia, je, je,.
    Abrazos fuertes

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  7. Bueno, LOla, podriamos decir que debe servir de escarmiento a unos cuantossssss... a aquellos que se portan muy mal, je, je,
    Besos

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  8. Compatriota, le eché mucho de menos! entiendo que ultimamente los dias son muy agitados. ME alegro mucho verte por aqui de nuevo y de que te gustara mi relato.
    Abrazos de dominicanos

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  9. ¡ay, Vicasebelle! qué cuento has traído, los hombres en general se sentirán amonestados, porque suena a advertencia. Me ha gustado la descripción de Rosario, un hombre guapo y tan fiel, pero solo bastó ver a una rubia en minifalda para que olvidara todo...

    Besos,
    Blanca

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  10. Querida Ingrid, mi Rosario, el que todos llevamos dentro, está temblando !
    Excelente relato.
    Jordi

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  11. Podria traducirse como advertencia, Blanca. Aunque Rosario era fiel con su cuerpo y alma no lo era en espiritu. De ahí su perdicion...
    Besos querida.

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  12. Ja, Ja, Jordi, cuidate cuando pases por la cocina, no vaya a ser que te sorprendan...
    Un abrazo

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  13. Buena la historia. Eso deberia pasarle a muchos hombres a ver si asi aprenden
    Saludos querida.

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  14. Gracias, Parisina01. Se dice que por la boca muere el pez... con Rosario fue algo parecido.
    Gracias por pasar

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